Explica Pierre Bordieu que existe una relación muy cercana
entre el campo literario y el campo de poder. Entiéndase por campo literario
como el lugar de las prácticas y de las representaciones artísticas y por campo
de poder “el espacio de las relaciones de fuerza entre agentes o instituciones
que tienen en común el poseer el capital necesario para ocupar posiciones
dominantes en los diferentes campos (económico y cultural en especial)”
(1995:320). Durante la década de los setenta, el campo literario estuvo regido
por la figura de Octavio Paz, quien era una suerte de pieza movible libremente
entre el campo literario y el campo de poder. En el año de 1968, tras los
lamentables acontecimientos del 2 de octubre, Octavio Paz había renunciado a su
puesto de embajador de México en la India, para volver al país de la recién
turbulencia. Su trayectoria política y cultural le permitiría instalarse con o
sin intenciones en el campo literario y en el campo de poder, simultáneamente.
Mientras que Octavio Paz había sido educado con la lectura
de los poetas del siglo de oro, con la asistencia personal en casa de José
Gorostiza y desde muy pequeño había demostrado su capacidad de memoria, su
refinado gusto por la poesía y su participación política en pro de la causa
revolucionaria, Roberto Bolaño había dejado la preparatoria a medias, aunque
también tenía gusto por la poesía, un gusto cosechado por la madre, pero no
desarrollado con la elegancia ni disciplina que O. Paz. Octavio Paz venía de
una preparación poética casi de la mano de los contemporáneos, quienes, a su
vez, habían leído a los clásicos; su educación había sido en la tradición y
desde la tradición, leyó a la vanguardia
como los contemporáneos, subrayando nada más el quiebre con la tradición,
destacando la nueva creación. Roberto Bolaño venía de una preparación poética
casi autónoma y dispersa, quizás, de una formación política de izquierda, casi
anarquista, venía del país de Vicente Huidobro, de Alejandro Jodorowsky y
Nicanor Parra y leyó a la vanguardia como aquello que hace del arte un simple
objeto irreverente, subarayando la discidencia política y cultural con la
tradición repleta de valores vacíos que volvían a trastocar las conciencias
durante el periodo de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Una de las etapas más polémicas del escritor Roberto Bolaño
es la del infrarrealismo. El movimiento infrarrealista tiene una historia
interesante y peculiar, porque desde un “inicio” manifiesta una posición
aguerrida dentro del campo literario. Varios de los infrarrealistas, por
ejemplo, Mario Santiago, Cuauhtémoc y Ramón Méndez y Héctor Apolinar se
conocieron en el taller de poesía de Difusión Cultural de la Universidad
Nacional Autónoma de México, que era impartido por Juan Bañuelos. Pero ¿Quién
es Juan Bañuelos? Un poeta, un poeta chiapaneco “que recorre la realidad con
ojos antiguos muy presentes y provoca el encuentro de misterios”, escribió Juan
Gelman en un artículo del diario La Jornada[1].
Merodear por la red y encontrar una foto de J. Bañuelos junto a Octavio Paz
dice mucho de la posición del tallerista dentro del campo literario y es que
estar cerca de Octavio Paz era estar cerca de la hegemonía cultural y
beneficiarse de ella.
El infrarrealismo nació gracias a que Juan Bañuelos la hacía
de un muy mal tallerista de poesía, según el testimonio de varios de los que
estuvieron presentes. La situación era insostenible, uno leía su poema y los
demás lo criticaban y esa era, supuestamente, la dinámica del taller. Esto duró
hasta que Mario Santiago llegó con la carta de renuncia de Juan Bañuelos, la
cual le dio a firmar a todos sus compañeros y al mismo Bañuelos. Dos meses más
tarde el taller había “desaparecido”, cuenta Ramón Méndez. Los insurrectos que
habían apoyado la renuncia de J. Bañuelos se frecuentaron, solidificaron su
amistad en torno a la poesía y crearon el movimiento infrarrealista, un grupo
que tendría como hilo conductor la subversión vital
contra el oficialismo de la cultura.
De este periodo infrarrealista son los más famosos episodios
de la vida de Roberto Bolaño, los episodios que comenzarían a definir públicamente
su posición dentro del campo literario: subversión vital contra el oficialismo
de la cultura. Pero de qué trataba ese oficialismo de la cultura? La pregunta
nos remite a algo que Pierre Bordieu explicó muy bien en Las reglas del arte: el campo literario está dominado por un
campo de poder en manos de alguna autoridad cultural que, generalmente, impone
su punto de vista marcando los límites del campo y señalando así quiénes sí se
encuentran dentro de la categoría escritor y quiénes no, ya que esto último va
a depender de si aquel que pretende estar dentro de… comparte el punto de vista
de quien domina o ha fundado el campo (1997:323). Así, el campo literario
dominado por la autoridad cultural de Octavio Paz & company, quienes imponían sus puntos de vista que apuntaban hacía
la tradición poética más tradicional del mundo y a la parte creativa y snob de
la vanguardia de los veinte, era visto por los infrarrealistas como el
oficialismo de la cultura que no permitía que se filtraran propuestas estéticas
alejadas de lo clásico o, mejor dicho, de lo tradicional, así, pues, ellos
mismos se sentirían excluidos del campo literario. Pero el sentimiento de
rechazo no bastaría para que el infrarrealismo continuara su camino literario
explorando el estilo marginal. El sentimiento de rechazo fue externado públicamente
en los recitales de poesía que eran organizados por las instituciones que
replicaban y daban vida a la propuesta y dominio literario del canon. Frases como
“Octavio Paz es un idiota” son parte ya de la memoria colectiva de la cultura
en México, entonces el rechazo comenzó a
ser mutuo. Hasta aquí, se puede señalar que Octavio Paz se encontraba en el
centro del canon, desde donde dominaba el resto del campo y Roberto Bolaño se
encontraba en la periferia, desde donde luchaba por no ser dominado.
Bibliografía
Bordieu, Pierre (1997), Las reglas del arte, Génesis y estructura
del campo literario, Barcelona, Anagrama.
Personalmente me ha resultado muy interesante esta perspectiva que nos platea Bourdieu, y sobre todo en un autor como el que trabajas, donde el cuestionamiento a esas "redes de poder" resultan bastante evidentes.
ResponderEliminarSería muy provechoso ver todo el recorrido de Bolaño en los diferentes campos literarios nacionales en los que su firma se ubica. Por ejemplo cómo fue que la obra de Bolaño se posiciona antes y después de Los detectivas salvajes; a mí en lo particular me parece relevante lo que dice Dominguez-Michaell sobre esa obra.
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